MUSEO DE ORO EN NARIÑO

Museo del Oro Nariño, 2010_recorteMuseo del Oro Nariño
Museo del Oro Nariño
El Museo del Oro Nariño en el Área Cultural del Banco de la República en Pasto exhibe las extraordinarias obras de los distintos pueblos que en tiempos prehispánicos poblaron la costa y los altiplanos del actual departamento de Nariño. La creatividad de los diseños, la perfección de la factura, el dominio de las técnicas hacen de estos objetos obras de arte de alcance universal y, con razón, uno de los patrimonios culturales más sentidos y queridos por los nariñenses.

PRIMEROS ASENTAMIENTOS


América fue poblada por grupos asiáticos procedentes de Siberia quienes, tras atravezar el estrecho de Bering hace cerca de 50.000 años, se dispersaron por todo el continente. En estas tempranas épocas, los hombres estaban organizados en bandas migratorias. Tenían herramientas toscas y eran cazadores de grandes mamíferos como el mastodonte, el caballo y otros animales que se extinguieron.
Museo del Oro NariñoHace unos 5.000 años aproximadamente aparecen en la Costa Atlántica colombiana y en la Costa Pacífica ecuatoriana indicios de una vida sedentaria basada en la recolección de moluscos y crustáceos. La cultura de Valdivia se caracteriza por la presencia de aldeas costeras y ribereñas cuyos habitantes dependían en buena parte de los recursos marinos para su alimentación. Eran agricultores incipientes y complementaban su dieta con la cacería de pequeños mamíferos.

TUMACO

La llanura costera del Pacífico desde el litoral y los manglares hasta el pie de monte andino, ofrece variados recursos naturales para la subsistencia del hombre. Sus fértiles suelos, su fauna marina y el sistema de esteros que interconecta la zona de manglares, fueron aprovechados por más de 4.000 años por los antiguos habitantes de la región. Desde épocas tempranas establecieron sus poblados en la cercanía de los esteros y desarrollaron una eficiente economía basada principalmente en la pesca. Posteriormente construyeron montículos artificiales y, sobre ellos, establecieron sus viviendas.
Numerosas figuras de arcilla que representan ancianos, enfermos, mujeres dando a luz, escenas familiares y eróticas, caracterizan la cerámica procedente de esta región. La deformación craneana parece haber sido una costumbre generalizada. Fueron hábiles orfebres, actividad favorecida por la existencia de ricos aluviones auríferos en la vertiente del Pacífico. La explotación minera y el trabajo de la filigrana en oro son tradiciones que aún perduran en la zona, en sitios como Barbacoas.
Vitrina 2 Al igual que hoy en día, los habitantes prehispánicos del litoral derivaron su subsistencia de la pesca con redes, la cual pudo ser complementada con la recolección de cangrejos. Algunos fragmentos de manos de moler atestiguan la trituración de granos. A estas actividades se añadía el cultivo de plantas vegetativas y de cereales como el maíz.
Los recipientes más comunes son los platos, las escudillas simples y trípodes, los cuencos y las alcarrazas de doble vertedera, decorados con pintura roja. Algunos tienen pintura blanca y escasas incisiones.

En la esfera mágico-religiosa, chamanes y jaguares son casi idénticos o, al menos, equivalentes en su poder y susceptibles de intercambiar ocasionalmente sus papeles. Son frecuentes las representaciones de personajes masculinos portando cráneos-trofeo. Estos se asocian con prácticas de antropofagia ritual en las cuales se devoraba la carne o la sangre del ofrendado para asimilar su fuerza vital. Al igual que entre los mayas de Centroamérica, los jorobados, las personas con labio leporino, ciertos tumores cerebrales y otros defectos físicos eran objeto de especial veneración.

POBLADORES DEL ALTIPLANO ANDINO

Museo del Oro Nariño
El altiplano nariñense fue habitado hace unos 1.000 años y hasta la conquista española por dos grupos humanos: los que los arqueólogos conocen como Antecesores de los Pastos, conocidos por su cerámica denominada Piartal, y otro grupo conocido como cultura Capulí, mal denominada Quillacinga. La cultura Capulí se extendió por la zona andina del norte del Ecuador, y ocupó el altiplano de Ipiales. Su principal manutención fue el maíz. Sus gentes mantuvieron relaciones comerciales con los habitantes de la Costa Pacífica y se organizaron alrededor de caciques-chamanes. Sus tumbas alcanzan hasta 40 metros de profundidad, con ajuares de oro y cerámica. Su vida espiritual giró en torno a la masticación ritual de la hoja de coca.

Los Antecesores de los Pastos conformaron una sociedad estratificada dominada por una élite cacical. Se especializaron en el cultivo de tubérculos andinos como la papa y gramíneas como la quinua. Sus asentamientos se encuentran desde el valle del Chota hasta la hoya del rio Guáitara.Los antecesores de los pastos estaban organizados en cacicazgos estratificados, dominados por una élite compuesta por el cacique y su séquito, quienes acaparaban el intercambio de productos con la costa y la Amazonia. Dos siglos antes de la conquista de los incas existían en Nariño rebaños de llamas. Los antecesores de los pastos utilizaban la lana de esos animales para tejer las finas telas de sus caciques y principales.

En épocas de la conquista española, los pastos constituían una sociedad igualitaria. Vivían en poblados de hasta ochenta bohíos y comerciaban con regiones vecinas. El traslado de los productos de unas regiones a otras lo hacían los “mindalaes”, mercaderes aborígenes encargados de suplir a las comunidades andinas de bienes tropicales. Los pastos vivían en poblados constituidos por bohíos redondos hechos de tapia pisada, con una sola entrada y techo cónico de paja. Su alimentación básica la constituyeron las papas, ollocos, ocas, mashua, quinua y maíz, complementados con ají y sal.
Ciertos bailes en ronda y la cacería del venado fueron ceremonias comunitarias en las que se consumían grandes cantidades de chicha, bebida fermentada de maíz.
Los pastos se enterraban en los pisos de sus casas en tumbas superficiales. Su territorio de ríos encañonados y pequeñas hondonadas se encuentra labrado con terrazas de piedra con el objeto de incrementar la producción agrícola. Tenían acceso a productos provenientes de diferentes pisos térmicos sin necesidad de recorrer grandes distancias. Sus asentamientos se encuentran desde los 1.500 hasta los 3.000 metros sobre el nivel del mar. Eran el grupo más numeroso de la zona interandina nariñense, constituyendo más de la mitad de la población total del territorio del actual departamento en el censo de 1558.
La cerámica capulí se hizo modelando el barro hasta lograr formas escultóricas como los gritones, los cargadores antropomorfos y zoomorfos, los coqueros y las vasijas que representan personajes sentados. Una vez modelada la vasija, sobre un baño hicieron con cera los diseños; luego le dieron al recipiente un baño negro y finalmente, al cocinarla y derretirse la cera, afloraron los diseños en rojo.

Las figurillas masculinas llamadas coqueros se representan sentadas en un banco, con recipientes o instrumentos musicales en la mano y un abultamiento en la mejilla indicando la masticación de coca.
La relación de los grupos del Altiplano Nariñense con los “indios de la montaña”, kofanes, sionas, inganos y kamsás, tuvo un carácter más bien ideológico: iban donde ellos a “hacerse curar”, a “aprender” de sus chamanes.

LA CONQUISTA, SIGLO XVI

La cuenca del rio Patía, cálida y seca, fue asiento de numerosas tribus seminómadas y belicosas como los sindaguas y los chapanchicas. Los abades, una apacible tribu sedentaria, comerciaban oro con los pastos en el pueblo de Ancuyá, limítrofe entre las dos áreas.
De sus vecinos, alrededor de La Cocha, dijeron los conquistadores españoles: “En los quillacingas se da mucho maíz, salvo los naturales de la laguna, que estos ni tienen árboles, ni siembran en aquella parte maíz por ser tan fría la tierra. Estos quillacingas son dispuestos y belicosos, algo indómitos”.
El avance hacia el norte del imperio inca no llegó sino hasta la provincia del Carchi en el Ecuador, cuando fue detenido por la conquista europea. La influencia del quechua, sin embargo, se hizo sentir hasta Almaguer en el Cauca. El lenguaje popular de los actuales nariñenses tiene incorporadas muchas palabras procedentes del quechua, conocidas como “quechuismos”.


Las rutas de comercio eran dos principalmente: hacia el occidente, desde el altiplano de Ipiales bordeando las faldas del volcán Chiles, vía Maldonado para tomar el cauce del río San Juan y salir a la llanura del Pacifico, o hacia el oriente, a través del valle del Chota, vía Pimampiro para tomar el cauce del rio Azuela, Kofanes o Due y salir a las cabeceras del Aguarico en territorio kofán.
El valle del Chota estuvo dedicado a la producción intensiva de bienes de intercambio. El altiplano se caracterizó por la producción de tubérculos andinos de consumo local cuyos excedentes fueron intercambiados en pequeña escala. A ambos lados del callejón interandino, los “indios de la montaña” sirvieron de intermediarios en las transacciones comerciales con la costa y la Amazonia.

LA SALA DEL ORO

En las cuencas de los ríos Guapi, Patía, Telembí y Mira afloran las arenas auríferas depositadas por las corrientes que bajan de la Cordillera Occidental; el oro se obtenía lavando estas arenas en bateas de madera.
Los nativos de Tumaco fabricaron piezas mezclando oro y platino aluvial, calentándolos hasta el punto de fusión del oro (1.063°C) para luego martillarlas y obtener así piezas muy significativas por su color blanco y mayor peso y dureza.
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Para fabricar láminas y alambres, los orfebres precolombinos golpeaban tejuelos de oro sobre yunques de piedra. Al martillarlo, el metal se tornaba quebradizo y era necesario calentarlo al rojo vivo y enfriarlo sumergiéndolo en agua para seguir martillando hasta obtener el tamaño y espesor deseados.
Para repujar, se dibujaba el motivo deseado sobre la lámina de oro. Luego se colocaba sobre una superficie suave y se presionaba desde la parte posterior realzando las zonas demarcadas. Posteriormente se trabajaba la cara anterior delineando con cinceles los dibujos realizados.
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Los antecesores de los pastos manejaron una red de intercambio de productos y materias primas cuya finalidad aparente era la de proveer al cacique y a su séquito de bienes suntuarios de lejana procedencia. La industria textil y la orfebre, la talla de la madera y la cerámica funeraria fueron hechas por especialistas y su uso estuvo restringido a unas cuantas personas.
Los discos giratorios son láminas de tumbaga previamente fundidas, luego martilladas y posteriormente decoradas. Los discos presentan un grosor de medio milímetro en cualquiera de los puntos de su cuerpo. El circulo es perfecto, sin ningún asumo de tosquedad, lo que supone un conocimiento geométrico aplicado.
Después de dorar la superficie de tumbaga los discos fueron bruñidos y pulidos para evitar la oxidación interior y darles brillo. El pulimento fue radial y seguramente elaborado con la pieza en movimiento. Utilizaron varios sistemas de enriquecimiento de la superficie, incluyendo el dorado por oxidación y, al parecer, también el dorado por fusión. Una vez dorada la pieza, rasparon algunas zonas para dejar ver el color rojizo del cobre en el interior.
En otros casos atacaron con ácidos ciertas zonas de la pieza para que el oro tuviera una apariencia mate que contrasta con las áreas bruñidas. El resto de la pieza fue protegido de la acción de los ácidos con resinas o cera.
La utilización de ceras y resinas para cubrir ciertas zonas de la pieza que se va a decorar, logrando así diseños en negativo, establece una continuidad en técnicas decorativas entre la cerámica y el oro prehispánicos y el barniz de pasto en la actualidad. Detrás de estas técnicas decorativas se esconde cierto tipo de pensamiento donde lo positivo y lo negativo, se funden y corresponden. Esto es signo de un pensamiento complejo, dialectico, donde los contrarios ejercen su poder y su influencia de manera equilibrada, sin excluirse mutuamente.
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